viernes, 14 de abril de 2017

Marine Le Pen y los judíos


La prensa judía de Francia e Israel examina el caso Marine Le Pen.
A nueve días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, los sondeos vaticinan que Marine Le Pen está cabeza a cabeza con Emmanuel Macron para llegar en primer lugar, mientras en cualquier caso la dirigente del Frente Nacional (FN) perdería en el balotaje, más allá de quien sea su adversario.

Pero vista la espectacular progresión de la adhesión que genera el FN, la poca fiabilidad de los sondeos que no vieron venir ni el Brexit ni el triunfo de Donald Trump, una victoria del partido de extrema derecha francés ha dejado de ser una hipótesis de ciencia ficción.
En este contexto, ¿qué significa para los judíos de Francia la perspectiva de Marine Le Pen presidenta?

La primera cuestión es si Marine Le Pen ha cambiado realmente a su partido tras suceder a su padre, condenado por antisemitismo por haber dicho que el Holocausto era “un detalle de la historia”, y a quien le gusta hacer dudosos juegos de palabras con las cámaras de gas, para delicia de sus simpatizantes.

Una de las opiniones más extendidas es que Marine Le Pen ha operado un cambio de fachada, modernizando la vidriera del partido, dándole un barniz de respetabilidad y modernidad, lo que habría redundado en una “desdiabolización” exitosa de su formación. Esta operación le habría permitido transformar al FN, que de una tribuna testimonial manejada como una Pymes por su fundador se habría convertido en un partido de gobierno.

En este sentido, la guerra de sucesión que culminó con Jean Marie Le Pen excluido de las instancias dirigentes del partido (hoy es apenas el “presidente de honor”) sembró la duda sobre si se trataba de una puesta en escena, de un Edipo mal resuelto o de un auténtico enfrentamiento ideológico entre dos concepciones políticas.

Más allá de las especulaciones, lo que sabemos es que a Marine Le Pen no se le conocen declaraciones antisemitas ni negacionistas. Entrevistada en varias ocasiones por periodistas judíos de familias de deportados, ha calificado el Holocausto de “abominación de las abominaciones”.

Sus primeros dichos que parecieron retomar la antorcha paterna son recientes, cuando declaró días atrás que Francia “no había sido responsable” de la redada de 13.000 judíos llamada del Vel D’hiv, en París en 1942. Los detenidos fueron conducidos a campos de exterminio. La posición  que consiste en decir que la Francia ocupada por los nazis no era la verdadera Francia  -sino que la auténtica se encontraba en Londres con De Gaulle- fue la posición asumida por el Estado francés hasta que Jacques Chirac en 1995 cambió de discurso y concedió que “Francia, ese día, cometió lo irreparable”.

La condena a las declaraciones de Marine Le Pen fue unánime.Ella eligió para defenderse al periódico israelí  Makor Rishon. Durante la entrevista, la hija del fundador del Front National rechazó las acusaciones de antisemitismo.

“Lo cierto es que muchos judíos franceses votan por nosotros porque saben muy bien que no sólo no soy antisemita, también soy la mejor arma para protegerlos”, sostuvo.

¿Judíos que votan por Marine Le Pen?

La comunidad judía de Francia es estimada en 500.000 personas, menos del 1% de la población. Hasta los años 70, los judíos votaban tradicionalmente por la izquierda. El quiebre llegó en los años 2000, durante la segunda Intifada. Entonces Francia conoció una ola de actos antisemitas (incendios de sinagogas, colegios judíos, golpizas callejeras) que no se había registrado en el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El silencio de la izquierda ante actos provocados por una parte de la población de origen musulmana y la relativización del peligro de la radicalización islámica llevaron al divorcio, y  un sector del “voto judío” se volcó hacia Nicolas Sarkozy, quien en 2002 supo canalizar esta angustia ante una nueva amenaza. Otros miles de judíos optaron por partir a Israel, en una ola migratoria sin precedentes.

Lo cierto es que para el judío hoy el peligro existencial más concreto e inminente en las calles de Francia no tiene la cara de skinheads o populistas europeos, sino la de Mohamed Merah (el asesino de Toulouse que mató a chicos judíos en una escuela), Youssouf Fofana (el secuestrador y verdugo del joven Ilan Halimi) o Amédy Coulibaly (el asesino del supermercado kosher), entre otras matanzas antisemitas recientes.

La negación de la existencia de un antisemitismo islámico, de la relativización de los actos antijudíos y del avance del integrismo por parte de la izquierda en Francia han dejado a los judíos de Francia con una sensación de desamparo. Este vacío ha sido aprovechado por el FN de Marine Le Pen, que promete firmeza ante el islam político y se erige como defensora del laicismo. Esto supone una pirueta ideológica.

El FN es un partido que alberga entre muchas familias (monárquicos, identitarios, nostálgicos de Pétain, neonazis…) a los católicos tradicionalistas, quienes históricamente se oponen a la separación entre la iglesia y el Estado garantizada por una ley de 1905.

Por convicción o conveniencia, Marine Le Pen tomó la bandera del laicismo que había dejado tirada en el suelo la izquierda, que hoy defiende el multiculturalismo y se olvida de la promesa universalista de igualdad para defender en cambio la “diversidad” y el comunitarismo.

Los tradicionalistas católicos parecen hoy sentirse más cómodos con el conservador François Fillon, que se rodea de los organizadores de las manifestaciones contra el casamiento homosexual, y con la joven Marion Maréchal Le Pen, que, desde el punto de vista ideológico, parece ser la verdadera heredera política de Jean Marie Le Pen.

El cambio de la amenaza existencial y la actitud de la izquierda ante el antisemitismo islamista, la aparición de Marine Le Pen como mejor “arma” contra el integrismo musulmán explica que una parte de los judíos miren con otros ojos al Frente Nacional, históricamente el partido del colaboracionismo y el negacionismo.

Según un sondeo de la encuestadora Ifop, el 13,5%  de personas que se dicen judías (en Francia las estadísticas étnicas están prohibidas) votó en 2012 por Marine Le Pen, una cifra muy superior al 4,4% de adhesión que registraba Jean Marie Le Pen como candidato presidencial en 2002. Esta evolución indica que el voto judío siguió una tendencia similar a la del resto de la población francesa, pero sobre todo que el tabú de apoyar al FN se disuelve también para los judíos.

El “voto judío”, de existir (¿Quién es judío? ¿En qué medida incide este judaísmo a la hora de votar?), no es monolítico y su visión de amenaza o salvavidas oportunista de Frente Nacional divide a una colectividad de por sí muy fragmentada.

Ahora, más allá de que Marine Le Pen haya dado un giro en la línea tradicional de su partido, alejándose  de sus orígenes y acercándose  al populismo de Donald Trump, ella es apenas la punta visible de un iceberg. Un gobierno del Frente Nacional supone que sus militantes y responsables locales lleguen al poder.

Invariablemente, en las experiencias locales del FN gobernando, éstos han demostrado que los reflejos fascistas del partido fundado por Jean-Marie Le Pen siguen intactos. La nostalgia de una hipotética Francia pura, la discriminación entre franceses “de pura cepa” y los otros, la purga de bibliotecas públicas y eventos culturales, sin mencionar los hechos de corrupción y de improvisación en la gestión, han dado una idea a pequeña escala del desastre que sería a nivel nacional un país en manos de la ignorancia y el chauvinismo. Los militantes de base en las redes sociales también muestran que el racismo y antisemitismo fundador del partido, alimentado hoy por la Alt Right y los trolls de Putin, sigue vivo y goza de buena salud. 

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