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| La prensa judía de Francia e Israel examina el caso Marine Le Pen. |
Pero vista la espectacular progresión de la adhesión que
genera el FN, la poca fiabilidad de los sondeos que no vieron venir ni el
Brexit ni el triunfo de Donald Trump, una victoria del partido de extrema
derecha francés ha dejado de ser una hipótesis de ciencia ficción.
En este contexto, ¿qué significa para los judíos de Francia
la perspectiva de Marine Le Pen presidenta?
La primera cuestión es si Marine Le Pen ha cambiado
realmente a su partido tras suceder a su padre, condenado por antisemitismo por
haber dicho que el Holocausto era “un detalle de la historia”, y a quien le
gusta hacer dudosos juegos de palabras con las cámaras de gas, para delicia de
sus simpatizantes.
Una de las opiniones más extendidas es que Marine Le Pen ha
operado un cambio de fachada, modernizando la vidriera del partido, dándole un
barniz de respetabilidad y modernidad, lo que habría redundado en una “desdiabolización”
exitosa de su formación. Esta operación le habría permitido transformar al FN,
que de una tribuna testimonial manejada como una Pymes por su fundador se
habría convertido en un partido de gobierno.
En este sentido, la guerra de sucesión que culminó con Jean
Marie Le Pen excluido de las instancias dirigentes del partido (hoy es apenas
el “presidente de honor”) sembró la duda sobre si se trataba de una puesta en
escena, de un Edipo mal resuelto o de un auténtico enfrentamiento ideológico
entre dos concepciones políticas.
Más allá de las especulaciones, lo que sabemos es que a
Marine Le Pen no se le conocen declaraciones antisemitas ni negacionistas.
Entrevistada en varias ocasiones por periodistas judíos de familias de
deportados, ha calificado el Holocausto de “abominación de las abominaciones”.
Sus primeros dichos que parecieron retomar la antorcha
paterna son recientes, cuando declaró días atrás que Francia “no había sido
responsable” de la redada de 13.000 judíos llamada del Vel D’hiv, en París en 1942.
Los detenidos fueron conducidos a campos de exterminio. La posición que consiste en decir que la Francia ocupada
por los nazis no era la verdadera Francia -sino que la auténtica se encontraba en
Londres con De Gaulle- fue la posición asumida por el Estado francés hasta que
Jacques Chirac en 1995 cambió de discurso y concedió que “Francia, ese día,
cometió lo irreparable”.
La condena a las declaraciones de Marine Le Pen fue unánime.Ella eligió para defenderse al periódico israelí Makor Rishon. Durante la entrevista, la hija
del fundador del Front National rechazó las acusaciones de antisemitismo.
“Lo cierto es que muchos judíos franceses votan por nosotros
porque saben muy bien que no sólo no soy antisemita, también soy la mejor arma
para protegerlos”, sostuvo.
¿Judíos que votan por Marine Le Pen?
La comunidad judía de Francia es estimada en 500.000 personas,
menos del 1% de la población. Hasta los años 70, los judíos votaban
tradicionalmente por la izquierda. El quiebre llegó en los años 2000, durante
la segunda Intifada. Entonces Francia conoció una ola de actos antisemitas
(incendios de sinagogas, colegios judíos, golpizas callejeras) que no se había
registrado en el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El silencio de
la izquierda ante actos provocados por una parte de la población de origen
musulmana y la relativización del peligro de la radicalización islámica
llevaron al divorcio, y un sector del “voto
judío” se volcó hacia Nicolas Sarkozy, quien en 2002 supo canalizar esta
angustia ante una nueva amenaza. Otros miles de judíos optaron por partir a
Israel, en una ola migratoria sin precedentes.
Lo cierto es que para el judío hoy el peligro existencial más
concreto e inminente en las calles de Francia no tiene la cara de skinheads o
populistas europeos, sino la de Mohamed Merah (el asesino de Toulouse que mató
a chicos judíos en una escuela), Youssouf Fofana (el secuestrador y verdugo del
joven Ilan Halimi) o Amédy Coulibaly (el asesino del supermercado kosher),
entre otras matanzas antisemitas recientes.
La negación de la existencia de un antisemitismo islámico, de
la relativización de los actos antijudíos y del avance del integrismo por parte
de la izquierda en Francia han dejado a los judíos de Francia con una sensación
de desamparo. Este vacío ha sido aprovechado por el FN de Marine Le Pen, que
promete firmeza ante el islam político y se erige como defensora del laicismo.
Esto supone una pirueta ideológica.
El FN es un partido que alberga entre muchas familias
(monárquicos, identitarios, nostálgicos de Pétain, neonazis…) a los católicos
tradicionalistas, quienes históricamente se oponen a la separación entre la
iglesia y el Estado garantizada por una ley de 1905.
Por convicción o conveniencia, Marine Le Pen tomó la bandera
del laicismo que había dejado tirada en el suelo la izquierda, que hoy defiende
el multiculturalismo y se olvida de la promesa universalista de igualdad para
defender en cambio la “diversidad” y el comunitarismo.
Los tradicionalistas católicos parecen hoy sentirse más
cómodos con el conservador François Fillon, que se rodea de los organizadores
de las manifestaciones contra el casamiento homosexual, y con la joven Marion
Maréchal Le Pen, que, desde el punto de vista ideológico, parece ser la verdadera
heredera política de Jean Marie Le Pen.
El cambio de la amenaza existencial y la actitud de la
izquierda ante el antisemitismo islamista, la aparición de Marine Le Pen como
mejor “arma” contra el integrismo musulmán explica que una parte de los judíos
miren con otros ojos al Frente Nacional, históricamente el partido del
colaboracionismo y el negacionismo.
Según un sondeo de la encuestadora Ifop, el 13,5% de personas que se dicen judías (en Francia
las estadísticas étnicas están prohibidas) votó en 2012 por Marine Le Pen, una
cifra muy superior al 4,4% de adhesión que registraba Jean Marie Le Pen como
candidato presidencial en 2002. Esta evolución indica que el voto judío siguió
una tendencia similar a la del resto de la población francesa, pero sobre todo
que el tabú de apoyar al FN se disuelve también para los judíos.
El “voto judío”, de existir (¿Quién es judío? ¿En qué medida
incide este judaísmo a la hora de votar?), no es monolítico y su visión de
amenaza o salvavidas oportunista de Frente Nacional divide a una colectividad
de por sí muy fragmentada.
Ahora, más allá de que Marine Le Pen haya dado un giro en la
línea tradicional de su partido, alejándose
de sus orígenes y acercándose al
populismo de Donald Trump, ella es apenas la punta visible de un iceberg. Un
gobierno del Frente Nacional supone que sus militantes y responsables locales
lleguen al poder.
Invariablemente, en las experiencias locales del FN
gobernando, éstos han demostrado que los reflejos fascistas del partido fundado
por Jean-Marie Le Pen siguen intactos. La nostalgia de una hipotética Francia
pura, la discriminación entre franceses “de pura cepa” y los otros, la purga de
bibliotecas públicas y eventos culturales, sin mencionar los hechos de
corrupción y de improvisación en la gestión, han dado una idea a pequeña escala
del desastre que sería a nivel nacional un país en manos de la ignorancia y el
chauvinismo. Los militantes de base en las redes sociales también muestran que
el racismo y antisemitismo fundador del partido, alimentado hoy por la Alt
Right y los trolls de Putin, sigue vivo y goza de buena salud.

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