Las encuestas -¡al fin!- acertaron: El candidato de En
Marche! Emmanuel Macron (24,01%) se impuso en la primera vuelta de la elección
presidencial, seguido por el Frente Nacional de Marine Le Pen (21,30%), y
volverán a enfrentarse el 7 de mayo en el balotaje.
La primera e inmediata enseñanza para quien vio en 2002 la
sorpresiva calificación de Jean Marie Le Pen a la segunda vuelta, es que el
pavor que se había apoderado de los franceses por la calificación del
ultraderechista Frente Nacional ya no estaba ahí. El pánico de la población que
no había votado por el partido que tenía al frente a un negacionista, sindicado
como torturador, y que había confederado a neonazis, católicos tradicionalistas
y nostálgicos de Pétain había engendrado de inmediato una alianza sagrada, un
cordón sanitario de emergencia llamado “Frente Republicano” entre las fuerzas
de izquierda y de derecha clásica (de conservadores a neoliberales pasando por gaullistas)
para darle un triunfo aplastante a Jacques Chirac, que aparecía como el garante
del sistema democrático frente al fascismo.
Algo muy distinto ocurrió partir de las 20:00 de domingo,
cuando fueron divulgados los resultados oficiales en televisión. Ciertamente,
los socialistas, o lo que quedaba de ellos tras su peor derrota (un ridículo
6,36%), pedían el voto para el ex ministro de Economía de François Hollande.
Los conservadores de Fillon, terceros (con un amargo 20,01% que atribuyen a la
prensa ensañada con los escándalos del ex primer ministro) también llamaron, en
general y rápido, a apoyar a quien muchos consideran en ese campo un joven liberal
pragmático.
Las tapas del diario de izquierda Libération tras la primera vuelta de 2012 y la de pasado domingo 23 de abril de 2017. |
Pero los discursos no revestían la solemnidad y urgencia de
2002. La banalización del Frente Nacional operada por Marine Le Pen había dado
sus frutos, y en la prensa circulan hoy como si nada un comparativo de sus
primeras medidas con las de Macron; el diario de izquierda Libération, que en
su momento tituló con letras catástrofes con un “NON”, constaba al día siguiente
del segundo puesto de Marine Le Pen simplemente que Macron estaba “a un escalón”
del poder, muy lejos de dramatizar la situación.
Del frente antifascista al ni-ni
La novedad vino, primero, de la izquierda radical de Francia
Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Durante la campaña se le había reprochado las
muchas semejanzas entre sus propuestas y las de Marine Le Pen. La voluntad de
abandonar esta Unión Europea, el proteccionismo, la lucha contra la
mundialización y el sistema financiero, su benevolencia con Vladimir Putin, por
una “paz antiimperialista”, su discurso anti-casta son algunos de los denominadores
comunes de lo que se supone son las antípodas del espectro político francés. Y
sin embargo, Mélenchon, lejos de echar
por tierra esos paralelismos, esa noche, no dio consigna de voto. Durante toda
la semana, la izquierda (la que se sitúa a la izquierda del Partido Socialista,
pero también una izquierda que no se identifica con ninguna familia en
particular) se desgarró entre quienes pedían la obviedad de un voto
antifascista contra del Frente Nacional votando a Macron con la nariz tapada y
quienes optaban por la abstención o el voto en blanco porque que no votarían
por lo que consideran un banquero ultraliberal.
La historia registrará el patetismo del secretario del
Partido Comunista Francés (PCF) Pierre Laurent implorando a Mélenchon el
llamado a votar por Macron. Es el viejo
PCF desertado por los jóvenes y los obreros que supo gobernar con los
socialistas y que hoy no es más que un club de la tercera edad rogándole a la
nueva izquierda radical que hoy reconquista el voto joven y de los
desempleados, inspirados en la renovación de la izquierda latinoamericana,
Podemos y Syriza.
Así las cosas, el Frente Nacional salió de inmediato a
buscar aliados. No tratando de seducir a la derecha conservadora, lo que
hubiese parecido natural, sino a la extrema izquierda. Primero, con un panfleto
con una lista de 16 puntos en que aparecían las coincidencias programáticas del
FN y de Francia Insumisa. Y, este viernes, Marine Le Pen publicó en las redes
sociales un video directamente dirigido a los “insumisos” de Mélenchon,
recordando todo lo que a su juicio tienen en común estos dos populismos que
hacen hincapié en la soberanía, el odio a la UE y la mundialización encarnada
por Macron.
Panfleto del Frente Nacional mostrando coincidencias con Francia Insumisa de Mélenchon. |
Horas después después, Mélenchon salía de su mutismo para
decir tres cosas: que iría a votar (no se abstendría), que no votaría por el
Frente Nacional y que no llamaría a votar por Macron. Estamos muy lejos de la
izquierda antifascista. Este ni-ni del jefe de la izquierda radical deja
desamparados a sus electores y otorga indirectamente un certificado de
normalidad a Marine Le Pen, que si llega al 40% que auguran las encuestas el 7
de mayo estará en muy buenas condiciones para pelear las elecciones
legislativas de junio.
Entretanto, en las redes sociales los electores de Mélenchon
debaten y se insultan. Uno de los epítetos que más vuelan es el de “collabo”
(por los colaboracionistas con el régimen nazi durante la Ocupación de Francia).
Algunos lo usan para calificar la pasividad de Mélenchon frente a la amenaza
que representa un voto frontal contra un partido xenófobo, otros para condenar
a quienes votarán a Macron, asegurando la victoria del neoliberalismo,
considerado por ellos el peor de los peligros.
Lo curioso es que en la otra punta del abanico político
francés, como en una simetría absurda, la acusación de “collabo” también tiene
el viento en popa. Este viernes, Nicolas Dupont Aignan, quien recabó el 4,70%
de los votos el domingo, selló una alianza con Marine Le Pen (MLP). Este
sábado, MLP anunció que Dupont Aignan sería su primer ministro (de ganar las
presidenciales y obtener una mayoría en las legislativas de junio). Este
conservador, que se adjudica la herencia política de De Gaulle, siempre se situó
entre la derecha republicana y la extrema derecha. Hoy, sus aliados
conservadores de ayer lo tratan de “collabo” por aliarse con el partido que
supo aglutinar a los nostálgicos del régimen de Vichy.
Lo curioso es que la extrema derecha también está usando el
término “collabo” para referirse a quienes votarán a Macron. Desde la perspectiva
de la ultraderecha y la alt-right camembert, los invasores de hoy son los
musulmanes y la globalización al poder que trae Macron es un golpe a quienes
resisten defendiendo el modo de vida francés y europeo. Quien ha teorizado esta
visión es el escritor Renaud Camus a través del concepto de “El Gran Reemplazo”.
Esta teoría muy exitosa entre los conspiracionistas explica que las
instituciones europeas, el capitalismo salvaje y los medios -una plutocracia
mundialista- crean las condiciones para que la población autóctona francesa sea
progresivamente reemplazada por la de origen africano, vivida como una
ocupación de Francia.
1 comentario:
Comer carne salva al planeta o al menos no lo empeora tanto como depender de cultivos https://elmitovegetariano.com/
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