sábado, 29 de abril de 2017

El colaboracionista es el otro

Las encuestas -¡al fin!- acertaron: El candidato de En Marche! Emmanuel Macron (24,01%) se impuso en la primera vuelta de la elección presidencial, seguido por el Frente Nacional de Marine Le Pen (21,30%), y volverán a enfrentarse el 7 de mayo en el balotaje.

La primera e inmediata enseñanza para quien vio en 2002 la sorpresiva calificación de Jean Marie Le Pen a la segunda vuelta, es que el pavor que se había apoderado de los franceses por la calificación del ultraderechista Frente Nacional ya no estaba ahí. El pánico de la población que no había votado por el partido que tenía al frente a un negacionista, sindicado como torturador, y que había confederado a neonazis, católicos tradicionalistas y nostálgicos de Pétain había engendrado de inmediato una alianza sagrada, un cordón sanitario de emergencia llamado “Frente Republicano” entre las fuerzas de izquierda y de derecha clásica (de conservadores a neoliberales pasando por gaullistas) para darle un triunfo aplastante a Jacques Chirac, que aparecía como el garante del sistema democrático frente al fascismo.

Algo muy distinto ocurrió partir de las 20:00 de domingo, cuando fueron divulgados los resultados oficiales en televisión. Ciertamente, los socialistas, o lo que quedaba de ellos tras su peor derrota (un ridículo 6,36%), pedían el voto para el ex ministro de Economía de François Hollande. Los conservadores de Fillon, terceros (con un amargo 20,01% que atribuyen a la prensa ensañada con los escándalos del ex primer ministro) también llamaron, en general y rápido, a apoyar a quien muchos consideran en ese campo un joven liberal pragmático.
Las tapas del diario de izquierda Libération tras la primera vuelta de 2012 y la
de pasado domingo 23 de abril de 2017.


Pero los discursos no revestían la solemnidad y urgencia de 2002. La banalización del Frente Nacional operada por Marine Le Pen había dado sus frutos, y en la prensa circulan hoy como si nada un comparativo de sus primeras medidas con las de Macron; el diario de izquierda Libération, que en su momento tituló con letras catástrofes con un “NON”, constaba al día siguiente del segundo puesto de Marine Le Pen simplemente que Macron estaba “a un escalón” del poder, muy lejos de dramatizar la situación.

Del frente antifascista al ni-ni

La novedad vino, primero, de la izquierda radical de Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Durante la campaña se le había reprochado las muchas semejanzas entre sus propuestas y las de Marine Le Pen. La voluntad de abandonar esta Unión Europea, el proteccionismo, la lucha contra la mundialización y el sistema financiero, su benevolencia con Vladimir Putin, por una “paz antiimperialista”, su discurso anti-casta son algunos de los denominadores comunes de lo que se supone son las antípodas del espectro político francés. Y sin embargo, Mélenchon,  lejos de echar por tierra esos paralelismos, esa noche, no dio consigna de voto. Durante toda la semana, la izquierda (la que se sitúa a la izquierda del Partido Socialista, pero también una izquierda que no se identifica con ninguna familia en particular) se desgarró entre quienes pedían la obviedad de un voto antifascista contra del Frente Nacional votando a Macron con la nariz tapada y quienes optaban por la abstención o el voto en blanco porque que no votarían por lo que consideran un banquero ultraliberal.

La historia registrará el patetismo del secretario del Partido Comunista Francés (PCF) Pierre Laurent implorando a Mélenchon el llamado a votar por Macron.  Es el viejo PCF desertado por los jóvenes y los obreros que supo gobernar con los socialistas y que hoy no es más que un club de la tercera edad rogándole a la nueva izquierda radical que hoy reconquista el voto joven y de los desempleados, inspirados en la renovación de la izquierda latinoamericana, Podemos y Syriza.

Así las cosas, el Frente Nacional salió de inmediato a buscar aliados. No tratando de seducir a la derecha conservadora, lo que hubiese parecido natural, sino a la extrema izquierda. Primero, con un panfleto con una lista de 16 puntos en que aparecían las coincidencias programáticas del FN y de Francia Insumisa. Y, este viernes, Marine Le Pen publicó en las redes sociales un video directamente dirigido a los “insumisos” de Mélenchon, recordando todo lo que a su juicio tienen en común estos dos populismos que hacen hincapié en la soberanía, el odio a la UE y la mundialización encarnada por Macron.
Panfleto del Frente Nacional mostrando coincidencias
con Francia Insumisa de Mélenchon. 


Horas después después, Mélenchon salía de su mutismo para decir tres cosas: que iría a votar (no se abstendría), que no votaría por el Frente Nacional y que no llamaría a votar por Macron. Estamos muy lejos de la izquierda antifascista. Este ni-ni del jefe de la izquierda radical deja desamparados a sus electores y otorga indirectamente un certificado de normalidad a Marine Le Pen, que si llega al 40% que auguran las encuestas el 7 de mayo estará en muy buenas condiciones para pelear las elecciones legislativas de junio.

Entretanto, en las redes sociales los electores de Mélenchon debaten y se insultan. Uno de los epítetos que más vuelan es el de “collabo” (por los colaboracionistas con el régimen nazi durante la Ocupación de Francia). Algunos lo usan para calificar la pasividad de Mélenchon frente a la amenaza que representa un voto frontal contra un partido xenófobo, otros para condenar a quienes votarán a Macron, asegurando la victoria del neoliberalismo, considerado por ellos el peor de los peligros.
Lo curioso es que en la otra punta del abanico político francés, como en una simetría absurda, la acusación de “collabo” también tiene el viento en popa. Este viernes, Nicolas Dupont Aignan, quien recabó el 4,70% de los votos el domingo, selló una alianza con Marine Le Pen (MLP). Este sábado, MLP anunció que Dupont Aignan sería su primer ministro (de ganar las presidenciales y obtener una mayoría en las legislativas de junio). Este conservador, que se adjudica la herencia política de De Gaulle, siempre se situó entre la derecha republicana y la extrema derecha. Hoy, sus aliados conservadores de ayer lo tratan de “collabo” por aliarse con el partido que supo aglutinar a los nostálgicos del régimen de Vichy.

Lo curioso es que la extrema derecha también está usando el término “collabo” para referirse a quienes votarán a Macron. Desde la perspectiva de la ultraderecha y la alt-right camembert, los invasores de hoy son los musulmanes y la globalización al poder que trae Macron es un golpe a quienes resisten defendiendo el modo de vida francés y europeo. Quien ha teorizado esta visión es el escritor Renaud Camus a través del concepto de “El Gran Reemplazo”. Esta teoría muy exitosa entre los conspiracionistas explica que las instituciones europeas, el capitalismo salvaje y los medios -una plutocracia mundialista- crean las condiciones para que la población autóctona francesa sea progresivamente reemplazada por la de origen africano, vivida como una ocupación de Francia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comer carne salva al planeta o al menos no lo empeora tanto como depender de cultivos https://elmitovegetariano.com/